22 FEBRERO
“Hay dos clases de
personas en el mundo”, me explicó un amigo un día. “Las que culpan a otros de
todo lo que les sucede, y las que se culpan a sí mismas”.
¿Alguna vez viste una
película en la cual uno de los actores usa un lanzallamas?, en otra película le decían “lanza culpas”. Se trata
de un soplete encendido de rabia feroz que dirigimos a los demás o bien a
nosotros mismos cuando las cosas no resultan como las planeamos.
Culpar puede ser una
fase del proceso de sentir aflicción o de dejar ir. Pero permanecer demasiado
tiempo en esta etapa puede volvernos inútiles, impedirnos llevar a cabo una
acción constructiva. Culparnos demasiado
tiempo puede convertirse en desprecio de uno mismo; culpar demasiado tiempo a
los demás puede mantenernos llenos y negros de resentimiento, y alimentar a
nuestra víctima interna.
Si sufres una pérdida
o si tu vida te hace una trastada recurre a tu lanza culpas…. En la privacidad
de tu diario. Date diez o veinte minutos para culpar sin censura. Echa todo
fuera. Escribe todo lo que se te antoje, sin importar que culpes a un tercero o
te culpes a ti mismo.
Puedes tomarte más
tiempo si la pérdida es mayor, pero el punto está en que fijes un límite a tu
sesión de culpabilidad y después ceses el fuego. Detente. Pasa a la siguiente
etapa de tu vida, que consiste en dejar ir, aceptar y responsabilizarte de ti
mismo.
“Hoy me esforzaré a
analizarme para descubrir si me obstino en culparme o culpar a alguien más. De
ser así, lucharé por echarlo fuera y
después dejarlo ir”.
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