28 AGOSTO
No pases por alto lo
hermoso que es lo cotidiano.
Las películas, las
noticias y la televisión vanaglorian a diario lo extraordinario, lo asombroso,
lo fenomenal. Nuestros sentidos sufren su bombardeo. Nos volvemos adictos al
drama. Lo único que nos llama la atención son los acontecimientos
sobresalientes, catastróficos.
Observa con más
cuidado tu vida, tu mundo cotidiano, las
personas y las actividades que los integran. Si todo eso se te arrebatara de golpe, ¿qué es
lo que añorarías? ¿Qué vistas, qué sonidos, qué olores? ¿Añorarías la vista
desde la ventana de tu cocina? Si nunca más volvieras a ver esa escena, ¿la
recordarías con nostalgia, deseando poder volver a verla una vez más, evocando
cuán bella era y cuánto reanimaba tu vida diaria esa vista familiar?
¿Qué me dices de esos
juguetes regados por ahí o el llanto del bebé por tener hambre o estar enojado?
¿Y qué tal los sonidos de la ciudad en la que vives, cuando empieza a despertar
cada mañana? ¿Y qué decir del olor de tu hijo al salir del baño? ¿O cuando
llega el frío del exterior después de jugar en la nieve?
¿Y qué decir de la
forma en que tu amigo sonríe o de esa expresión que repite a menudo y que aunque
no es divertida a ti te lo parece y te ríes?
Examina con cuidado
los aspectos cotidianos de tu vida. Aunque te muestres agradecido, no olvides
expresar gratitud pura, verdadera, por lo hermoso que es realmente cotidiano.
Podemos fácilmente pasarlo por alto, darlo por sentado. El sol sale y se pone,
las estaciones llegan y se van, y olvidamos cuán bella y fantástica es
realmente la vida familiar.
“¡Gracias por cada
detalle de mi mundo normal, cotidiano!”.
Buen día
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