6 AGOSTO
Cuando imagino
a los demás que necesitan ayuda, que sólo yo puedo salvarlos de una situación
infortunada, tengo que detenerme. Detengo cada cosa que estoy planeando,
cualquier acción que estoy a punto de proponer, detengo el pensar en las
alternativas que podrían funcionar y me detengo cuando quiero arreglar todo.
Tengo que
alejarme del remolino que quiere arrastrarme –el remolino de la irracionalidad
que me sumerge completamente en los problemas de otros tanto que ya no existo
más para mí.
Me recuerdo en
ocasiones cuando permitía que los demás resolvieran sus problemas, y lo bien
que lo hacían sin mi interferencia.
Algunas veces
es solamente miedo lo que me empuja a actuar: miedo de que sin mi ayuda sean
incapaces de resolver sus problemas, miedo a que ello empeoren las cosas, miedo
a que arruinen sus vidas, ¡miedo de que ellos no necesiten más de mí!
Cuando permito
que el miedo y la inseguridad dominen mi pensamiento, obstaculizo mi propio
crecimiento y el de los demás. El Universo realmente guía a otros, así como a mí.
“Hoy superaré
el miedo con la fe”.
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