13 AGOSTO
A veces me
encuentro tan ocupado preguntándome qué estará haciendo la otra persona, dónde
y por qué, que mis propios pensamientos crean un tumulto dentro de mí. Cuando
esto ocurre, sé que soy candidato para una nueva y honrada apreciación de mí
mismo. Si eludo esta confrontación conmigo mismo, seré candidato a un rudo
despertar.
No debo
olvidar que mi primera obligación es tratar de producir un cambio en mi modo de
pensar. El progreso que yo logre para convertirme en un ser humano digno, como
asimismo las mejoras a que aspiro en las circunstancias de mi vida, dependen de
que yo haga estos cambios.
No puedo
cambiar nada excepto a mí. ¿Necesito un cambio? Si las cosas van mal, o parecen
ir mal, quizás es por la forma en que reacciono ante ellas. Si acepto el hecho
de que la razón principal de mi infelicidad está en mí, me estaré dando una
buena razón para tomar alguna medida.
Esto no es fácil, pero la recompensa irá más allá de lo imaginado.
“Mi felicidad
no puede depender de que yo obligue a cambiar a otra persona, ni mis angustias
podrán provenir de ningún otro que no sea yo”.
Buen día
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