4 SEPTIEMBRE
Mientras
debamos enmiendas nuestro espíritu estará abarrotado con cosas innecesarias.
Una disculpa que debemos, un resentimiento que guardamos, un remordimiento que
no expresamos, nos hace llevar una carga extra. Es como tener una casa sucia.
Podemos irnos para no verlo, o quizás
movernos entre la basura haciendo como si no estuviera. Pero ignorar el
desorden no lo hace desaparecer. Al fin, los platos, la alfombra llena de
migas, los cubos de basura repletos siguen allí, esperando que alguien los
limpie.
Vivir con un
espíritu abarrotado es tan duro como hacerlo en una casa sucia. Parece que
siempre estuviéramos tropezando con los desperdicios del ayer. Cada vez que nos
damos la vuelta y tratamos de ir a alguna parte, hay algo que bloquea nuestro
paso. Cuánto más descubramos nuestra responsabilidad de hacer enmiendas, más se
abarrota nuestro espíritu. Y no podemos contratar a nadie para que lo limpie.
Tenemos que hacerlo nosotros.
Al hacer
nuestras propias enmiendas, sentimos una profunda sensación de satisfacción.
Así como nos sentiríamos después de limpiar la casa y disfrutar del sol que
entra por las ventanas brillantes, de igual modo goza nuestro espíritu de la
libertad de disfrutar realmente de nuestra recuperación. Una vez que hemos
despejado el desorden, lo único que tenemos que hacer es dejarlo atrás y
continuar.
Buen día
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