31 MAYO
A veces lo más
saludable que puedo hacer por mí mismo es admitir que no soy perfecto. Soy
humano. Cometo errores.
Pero siempre es fácil
admitirlo ante otros, en especial cuando mis errores les conciernen. Es más
atractivo fingir que algo nunca ocurrió o que no tiene importancia, o
justificar la acción. Pero hay que pagar un precio si rehuso reconocer mis
errores: la culpa.
Durante años arrastré
culpas como una pesada bolsa. Hoy tengo una opción de hacer mis exámenes de
conciencia y cuando me equivoco, lo admito con rapidez. Cuando admito el error,
asumo la responsabilidad por mis acciones. Me libero de la carga que representa
un secreto embarazoso y me dispongo a aceptar mi imperfección. Se hace mucho
más fácil amarme a mí mismo si me acepto tal como soy, aun con los errores.
“Hoy tendré el valor
de mirar la verdad a la cara, admitir mis errores y mis logros, valorar mi
crecimiento, y reparar males causados”.
“Me interesa la verdad
no por si misma sino por mí”.
Buen día