27 MARZO
Los resentimientos son
pequeños seres rastreros, ladinos. Pueden convencernos de que son útiles.
Pueden secar nuestros corazones. Pueden sabotear nuestra felicidad. Pueden
arruinar el amor.
Casi todos hemos
estado del lado receptor de una injusticia en algún momento de nuestras vidas.
Casi todos conocemos a alguien que se ha quejado de una injusticia que le
hicimos. La vida puede ser un ambiente propicio para los resentimientos, si lo
permitimos.
“Sí, pero esta vez
realmente me agraviaron”, te quejas.
Tal vez sea cierto.
Pero guardar un resentimiento no es la solución. Si lo fuera, la lista de
nuestros resentimientos parecería interminable. Analiza tus sentimientos.
Extrae los negativos. Después déjalos ir.
Los resentimientos son
una conducta intoxicante, un instrumento de alguien que se conforma con
sobrevivir en la vida. Son una forma de desquite. El problema es que,
quienquiera que sea el blanco de nuestro resentimiento, finalmente la ira se
dirige en contra nuestra.
Tómate un momento.
Busca en tu corazón. ¿Te has engañado a ti mismo para guardar un resentimiento?
De ser así, tómate otro momento y deja ir ese resentimiento.
“Hoy tendré la
serenidad que brinda la aceptación”.
Buen día
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