20 DICIEMBRE
Hay que evitar el
temor como a una plaga. El temor, aun el más pequeño, es un debilitamiento de
los lazos de la fe que nos unen a la vida. Por pequeño que sea el disgusto, con
el tiempo esos lazos se irán haciendo
más delgados, y entonces algún desengaño o desazón hará que los lazos se
revienten. De no ser por los pequeños temores, los lazos de la fe habrían
permanecido firmes. Hay que evitar la depresión, que está aliada al temor. Hay
que recordar que todo temor implica una deslealtad a la vida. Es una negación
de su cuidado y protección.
“Que nada me haga temer
demasiado.”
Buen día
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