30 AGOSTO
Adquirí un miedo
tremendo a cometer errores. Me parecía crucial el analizar todos los resultados
posibles, porque cualquier error me conducía a una avalancha de acusaciones y
malos tratos de los demás y, en última instancia, de mí. Mi autoestima
disminuyó porque sentía que el más pequeño error era inmenso y no podía dejarlo
de lado. Así que comencé a encubrir y a racionalizar mis errores, siempre
tratando desesperadamente de mantener una apariencia de autocontrol perfecto.
Hoy aprendí a
derrumbar la muralla de aparente perfección, a admitir honestamente mis errores
y a aceptar el crecimiento. Continuamente estoy en mi autoexamen admitiendo
espontáneamente mis faltas, me ha liberado, porque diariamente me reta a ser
honesto. Algunas veces titubeo, pero reconozco que cuando digo la verdad, me
libero de mentiras que detienen mi progreso. Como dijo Mark Twain, “Sí dices la
verdad, no tienes nada que recordar”.
“Es probable que en
algo me equivoque cada día de mi vida. Si percibo esto como un fracaso o finjo
que no me he equivocado, haré mi vida ingobernable. Cuando dejo de luchar por
ser perfecto y admito que estoy equivocado, me libero de sentimientos de culpa
y de vergüenza, lo que es motivo de regocijo”.
“Ayudémonos a aceptar
los fracasos, no como medida de su valor, sino como una oportunidad para un
nuevo comienzo”.
Buen día
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