9 DICIEMBRE
Cuando nos
esforzamos en forma compulsiva para lograr la perfección, invariablemente nos
perjudicamos a nosotros mismos. En primer lugar, terminamos creando problemas
grandes de los pequeños. Además, nos frustramos y nos desesperamos tanto que
somos incapaces de lograr las metas imposibles que nos habíamos autoimpuesto. Y
finalmente, disminuimos nuestra capacidad para hacer frente a la vida y a la
realidad tal como son. ¿Puedo aprender a ceder un poco de vez en cuando? ¿Puedo
dedicarme con una mente tranquila a lo que es posible y alcanzable?
“Que hoy vea
que esforzarme para lograr lo imposible me brinda una excusa prefabricada para
no lograrlo. También es una indicación de mi pérdida del sentido de la realidad
–algo que involucra saber qué es lo que puedo hacer, y hacerlo. Que hoy pueda
aprender a fijar “metas razonables”. Estas metas pueden parecer ridículamente
pequeñas para mí, después de años de “pensar a lo grande”. Pero que al dividir
mis proyectos en varios más pequeños, pueda reconocer que puedo lograr algunos
de mis objetivos.”
Buen día
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