20 JULIO
En nuestro pasado la alegría era un
huésped ocasional. Hoy he aprendido a recibirla con más frecuencia. Pero en lugar de disfrutar de esos momentos
agradables, tendemos a aferrarnos desesperadamente a la felicidad, tratando de
congelar el tiempo y evitar los cambios, como si nuestra alegría fuese ser
arrebatada para siempre en el instante en que bajemos la guardia. Por ocuparnos
demasiado de evitar cambios, no disfrutamos los dones que tememos perder.
Aferrándonos a aquello que más queremos conservar, lo perdemos más rápidamente.
El cambio es inevitable. Podemos
contar con ello. Al estar dispuestos a aceptar los cambios, permitimos disfrutar
de la vida. Dejando de lado nuestros esfuerzos para dirigir el futuro, nos
liberamos y podemos experimentar el
presente, sentir nuestros sentimientos en el momento apropiado y disfrutar
profundamente esos valiosos momentos de alegría que constituyen una bendición.
“Cuánto más tratemos
de apoderarnos de un momento, o de una sensación placentera… más esquivo se
vuelve. Es como tratar de sostener agua en las manos –cuánto más aprieto, más
rápidamente se me escapa a través de los dedos”. Alan Watts
Buen día
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